T. Bertolasi – S. Vargas Andrade (Coords.), Habitar la reciprocidad. Hacia la fuente de la sinodalidad, EDUCC, Cordoba 2024, e-book (EPUB). ISBN 978-987-626-605-5.
Dado que “solo el Hijo conoce al Padre”: es decir, solo quien se reconoce como el Hijo, precisamente así conoce y reconoce al Padre como Padre, se deduce que aquí se establece una reciprocidad entre el Padre y el Hijo que empareja la asimetría del origen en la simetría co-originaria de la gratuidad y totalidad del don. No solo porque el Padre “lo dona todo” al Hijo sino porque el Padre es Padre en tanto que el Hijo lo conoce y reconoce como tal. Una reciprocidad de estas características no se repliega sobre sí, sino que está abierta intencionalmente y se comunica de este mismo modo. Es una reciprocidad “reciprocante” que se verifica en el mismo acto de suscitar y comunicar la dinámica de libertad y gratuidad en la que se expresa, según el fin de la oración: “nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”. Pero….. ¿qué es lo que comunica el Hijo? Desde los primeros siglos hubo quien refirió esta novedad tanto al Padre como al Hijo, de modo que lo revelado por Jesús sería su relación recíproca. Tal como lo muestran las tradiciones paulina y joánica, esto se da gracias al Espíritu Santo. A partir de aquí todos son hermanos y hermanas, y así deben permanecer, sin poder reclamar ninguna forma de privilegio o superioridad.
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